Hábitos, Disciplina y Motivación – Consigue tus metas
Aprende sobre los tres pilares esenciales para el cambio real y duradero: la motivación, la disciplina y los hábitos.
Muchas personas comienzan con entusiasmo, pero pronto se enfrentan a la frustración cuando la motivación desaparece. ¿Por qué ocurre esto? Porque la motivación es solo el primer paso, y no siempre es suficiente por sí sola.
Aprende sobre los tres pilares esenciales para el cambio real y duradero: la motivación, la disciplina y los hábitos.
¿Quieres cambios reales y duraderos? Las leyes del cambio de conducta de Hábitos Atómicos te ayudarán a conseguirlo.
El desarrollo personal es el proceso de mejorar aspectos de ti mismo para vivir una vida más plena, saludable y con propósito. Se trata de trabajar en áreas como tus emociones, hábitos, habilidades, y relaciones para crecer como persona.
¿Alguna vez te has sentido motivado a cambiar tu vida, solo para abandonar unos días después? No estás solo.
Muchas personas comienzan con entusiasmo, pero pronto se enfrentan a la frustración cuando la motivación desaparece. ¿Por qué ocurre esto? Porque la motivación es solo el primer paso, y no siempre es suficiente por sí sola.
En este artículo vamos a hablar de tres pilares esenciales para el cambio real y duradero: la motivación, la disciplina y los hábitos. Aprenderás cómo funcionan, en qué se diferencian y cómo usarlos a tu favor para avanzar incluso en los días difíciles.
Si sientes que a veces te falta constancia, fuerza de voluntad o simplemente te cuesta organizarte para alcanzar lo que deseas, este artículo te dará claridad y una nueva perspectiva.
Si alguna vez te has sentido frustrado por no ser constante con tus esfuerzos, como estudiar todos los días o comer sano, entonces sabes a qué me refiero.
El ser humano parece tener serias dificultades para hacer lo que quiere cuando hablamos a lago plazo, pero es capaz de cumplir lo que se propone a corto plazo.
Por ejemplo:
Si te propones ir a vacunarte, lo haces porque es de una vez.
Si te planteas ir al banco por la mañana, lo consigues porque es de una vez.
Si tu meta de mañana es ordenar tu pieza, seguramente lo harás.
¿Pero qué pasa cuando son acciones repetitivas?
Los estudios y la experiencia demuestran que pasa algo diferente en acciones sostenidas.
Por ejemplo:
Una persona puede proponerse a inicios de año ir al gimnasio regularmente, pero, a pesar de que logra ir las primeras semanas, luego desiste.
Una mujer que quería bajar 10kg de peso para estar en forma, al principio logra llevar una dieta saludable y baja en calorías, pero luego de un tiempo recae y vuelve a subir de peso.
¿Cómo explicamos este comportamiento?
El ser humano tiene 2 pilotos: el piloto manual y el automático.
Por un lado, tenemos el piloto manual, que es nuestra parte consiente, donde se ejerce nuestra voluntad, nuestro control ejecutivo.
Aquí es donde realizamos las acciones que deseamos a conciencia, donde tus intenciones cuentan y las haces valer con tu fuerza de voluntad.
Si dices que harás algo en particular, lo haces porque tienes control sobre tus acciones cuando este piloto toma el control.
Sin embargo, y por otro lado, tenemos él piloto automático, nuestro segundo “yo“, y se encarga de tareas cotidianas y repetitivas como nuestros hábitos y que está fuera de nuestro control consiente.
Por ejemplo, si alguna vez te has visto a ti mismo haciendo algo sin pensar, por costumbre, seguramente este “segundo yo” estaba al mando.
Esta dinámica de los 2 pilotos es muy útil, porque el piloto manual es más inteligente, pero se cansa rápido.
Nuestra fuerza de voluntad ocupa muchos recursos mentales, y si todos los días nos preguntáramos que tenemos que hacer, por qué tenemos que hacerlo y como tenemos que hacerlo, seguro acabaríamos agotados las primeras horas del día y la humanidad no sería lo que es hoy.
Pero, por suerte, está este otro piloto automático, que se encarga de tareas más repetitivas y que no se cansa fácil y nos permite realizar tareas de forma simultánea.
Este piloto automatiza tareas para liberar carga mental y permitirle al piloto más inteligente realizar tareas más difíciles o nuevas.
Además, este piloto automático simplifica la toma de decisiones, y nos hacen más eficiente en una actividad. Es la parte de nuestro cerebro que crea atajos mentales y transforma tareas difíciles en algo fácil y familiar.
Ahora bien, aquí es donde surge nuestro problema, y es que, a este piloto automático no le importan tus intenciones actuales.
Mientras que el piloto manual te permite hacer lo que quieres, el piloto automático te hace hacer cosas que quizás no quieres.
Por ejemplo, imagina a personas con malos hábitos o con vicios. Estas personas tienen intenciones de cambiar, pero recaen una y otra vez en esas malas prácticas porque su piloto automático toma el control tarde o temprano.
Si quieres conseguir un cambio a largo plazo o alcanzar metas que requieren esfuerzo sostenido, debes saber que existen 3 fases que están gobernadas por 3 diferentes aspectos:
Al principio, hacemos las cosas por motivación, luego, las mantenemos con disciplina y finalmente se siguen manteniendo y sustentando con los hábitos.
La motivación es esa chispa de energía que nos impulsa a actuar. Es el entusiasmo que sentimos cuando imaginamos una meta alcanzada, la emoción de empezar algo nuevo o la sensación de propósito que nos hace movernos.
Cuando las personas van al gimnasio o inician una dieta, suele ser primero por esa gran motivación. Es tanta la emoción y su poder, que la motivación nos ayuda a realizar esas tareas difíciles los primeros días.
Ahora, la mejor manera de aumentar la motivación es centrarte en metas significativas para ti.
La motivación que viene de razones superficiales se desvanece rápido, pero cuando lo que haces tiene un significado real para ti, es más fácil mantenerte en el camino.
Si sientes baja motivación, replantéate que tan importante es esa meta. ¿En serio es algo que quieres? ¿Por que?
Si quieres aumentar tu motivación, escribe en una hoja las razones de por qué te importa realizar esa acción o cumplir esa meta. Si tienes un “por qué” claro y eso es importante para ti, la chispa de la motivación seguirá viva.
Como dijo Nietzsche: “Quien tiene un ‘por qué’, es capaz de soportar cualquier ‘como’.”
También puedes practicar la visualización e imaginarte a ti mismo alcanzando esas metas. Imagina la emoción de haberlo alcanzado, la felicidad y satisfacción personal de haberlo logrado.
La motivación es útil para comenzar, sin embargo, no es suficiente para sostener un esfuerzo a largo plazo, y ahí es donde aparece la disciplina.
La disciplina ha sido una de las grandes y aclamadas cualidades para conseguir metas, ya que se asocia con una fuerza de voluntad inquebrantable, sin embargo, no lo es todo.
La disciplina es la capacidad de hacer lo que debes hacer, incluso cuando no tienes ganas de hacerlo.
Es la capacidad de mantenerse enfocado en acciones, comportamientos o metas a largo plazo, incluso cuando surgen dificultades, tentaciones o falta de motivación.
Es la capacidad de pasar a la acción a pesar del estado emocional e implica la capacidad de postergar la gratificación inmediata, en favor de resultados más significativos en el futuro.
Es una herramienta necesaria para realizar cambios duraderos y alcanzar resultados deseados.
Cuando se trata de nosotros es autodisciplina: Compromiso, responsabilidad y fuerza de voluntad aplicada a nosotros mismos.
En conclusión, la autodisciplina es el segundo paso necesario porque es lo que te permite avanzar incluso cuando la motivación desaparece.
Ejemplos de la autodisciplina:
Si tu meta es levantarte temprano cada día para hacer ejercicio, lo harás incluso cuando no tienes ganas y preferirías quedarte en la cama.
Si tu meta es comer más sano, planificas tus comidas saludables y sigues esa planificación en lugar de recurrir a opciones rápidas y poco nutritivas.
Si la meta es ser financieramente más responsable, una persona disciplinada controla sus gastos y es constante en el ahorro a pesar de las tentaciones de comprar impulsivamente.
La disciplina muchas veces tiene mala fama porque se asocia con sacrificio, rigidez o incluso sufrimiento. Pero la realidad es que la disciplina es una herramienta de libertad, crecimiento y satisfacción personal.
Piensa en alguien que no tiene disciplina: procrastina, se deja llevar por la pereza y, con el tiempo, sufre las consecuencias.
Por otro lado, la persona disciplinada, al principio, puede parecerte que sufre, como un granjero que trabaja la tierra con sudor, pero luego disfrutara del fruto de su esfuerzo con alegría y satisfacción.
La motivación es la chispa que te permite iniciar el cambio, pero es inconstante y poco confiable. La disciplina, en cambio, es lo que te mantiene avanzando cuando la emoción inicial desaparece.
Pero puedes tener ambos:
La disciplina puede aumentar la motivación: Cuando mantienes tus esfuerzos, los resultados se hacen visibles, lo que aumenta tu motivación. Te das cuenta de que el esfuerzo vale la pena y que lo que haces rinde frutos satisfactorios.
La motivación alimenta la disciplina: Cuando lo que haces es significativo para ti, el esfuerzo tiene más sentido. Es más fácil mantener la disciplina cuando tienes un propósito claro que te motiva a seguir adelante.
Si la disciplina es equivalente a trabajar duro, los hábitos son equivalentes a trabajar de forma inteligente.
Trabajar duro, es importante y necesario, pero trabajar inteligentemente también lo es, e incluso es mejor a largo plazo.
Los hábitos son acciones que hemos realizado tantas veces que se han vuelto automáticas y ya ni siquiera tenemos que pensar mucho en ellas para hacerlas.
Nuestro cerebro tiene una característica importante: La neuroplasticidad: La capacidad de crear nuevas conexiones neuronales en respuesta al aprendizaje y la experiencia.
Mientras más repites una acción, más familiar y fácil de realizar es porque refuerzas esas conexiones neuronales.
En otras palabras, los hábitos pueden transformar lo difícil en fácil, familiar, y cotidiano.
Vemos porque los hábitos son los reyes del cambio y del logro de objetivos.
Los hábitos eliminan la necesidad de tomar decisiones constantes, permitiéndote avanzar sin esfuerzo consciente.
Al convertir acciones en rutinas automáticas, liberas espacio mental para enfocarte en tareas más complejas y creativas.
Crean identidad porque no se trata solo de lo que haces, sino en quién te conviertes. Un hábito repetido refuerza la identidad de la persona que quieres ser.
Tienen un efecto multiplicador. Pequeñas acciones diarias, repetidas durante meses o años, generan un impacto enorme gracias al poder del efecto acumulativo. Como dice James Clear: “Pequeños cambios, resultados notables.”
Reducen la procrastinación: Al establecer hábitos sólidos, evitas la postergación porque las acciones se vuelven automáticas y menos propensas a la resistencia mental.
Reducen el estrés y la incertidumbre: Tener hábitos bien definidos crea familiaridad, estructura y previsibilidad en tu día a día, disminuyendo la ansiedad y el caos.
Aceleran el logro de objetivos: Los hábitos convierten el éxito en una consecuencia natural de tus acciones. Tu naturaleza te lleva a resultados deseados porque ahora esas acciones son parte de lo que eres.
Los hábitos reducen la dependencia de la motivación y la fuerza de voluntad, porque, una vez que algo se convierte en hábito, lo haces sin tener que “convencerte” cada día.
Cuanto más afianzado está un hábito, menos esfuerzo, fuerza de voluntad y disciplina requiere mantenerlo. Tener un hábito consolidado nos libera de los sacrificios y las lucha mentales.
La clave es no depender siempre de la fuerza de voluntad porque es un recurso limitado. En cambio, la disciplina bien aplicada crea hábitos, y los hábitos facilitan la vida.
Ejemplos:
Si todos los días haces ejercicio a la misma hora, llega un punto en el que ya no tienes que pensar en si hacerlo o no, simplemente lo haces.
Si tienes el hábito de ahorrar, con el tiempo se vuelve algo natural, sin necesidad de luchar contra impulsos de gastar.
Si al inicio te cuesta levantarte temprano, pero igual lo haces todos los días, tu cuerpo y mente se acostumbran. Llega un punto en el que ni siquiera necesitas despertador.
La incomodidad inicial de ser disciplinado es temporal. Con el tiempo, lo que antes parecía un martirio se convierte en parte de ti.
Y lo mejor de todo: cuando empiezas a ver resultados, la satisfacción es enorme y refuerza aún más tu disciplina.
Cambiar tu vida y lograr tus objetivos no se trata solo de tener momentos de inspiración. Se trata de crear un sistema sólido que te sostenga incluso cuando la motivación no esté presente.
La motivación es el punto de partida: te da energía, dirección y propósito, pero no dura para siempre.
La disciplina es el puente entre tus intenciones y tus resultados. Te permite avanzar con firmeza, incluso cuando no tienes ganas.
Los hábitos son el sistema que automatiza tus acciones y te libera de depender constantemente de la fuerza de voluntad.
Si combinas estos tres pilares, tienes una fórmula imbatible para el crecimiento personal y la realización de tus metas.
No necesitas ser perfecto, solo necesitas ser constante. La clave está en construir poco a poco, con paciencia, intención y compromiso.
Este post pertenece a una serie de clases para iniciar en el desarrollo personal. Si estás interesado te recomendamos mirar nuestra ruta de aprendizaje. Aprende conmigo y alcanza tu mejor versión.